sexta-feira, 4 de março de 2011

Soy Rocío, espetáculo teatral no Teatro Anfitrión (Buenos Aires, ARG)



SOY ROCIO

Celia Dosio (en Tiempo Argentino):

“Corre la implacable década de 1990. ¿Cómo narrar las marcas de una sociedad que está cambiando? ¿Cómo dar cuenta del liberalismo que está en todas partes? En Soy Rocío una televisión eternamente encendida lo advierte (…} se entrecruza y dialoga con lo que vemos en escena (…) La cocina del departamento, que conoció tiempos mejores, es el centro por el que transitan estos seres. Ellos también muestran en sus cuerpos los embates de la época (…) Un realismo ajustado nos convierte en espías más que en espectadores. Los vínculos quedan expuestos sin necesitar mayores explicaciones (…) Lo más conmovedor de Soy Rocío está en esa oscilación. Ese mandato a “salvarse”, en cifrar en la más joven la posibilidad de un futuro mejor sin poder modificar en nada las condiciones que llevaron al fracaso (…) En el ambiente se percibe que algo se está terminando. Resulta así una lectura sensible y profundamente política de una década que, sabemos, terminó en tragedia

Mercedes Halfon (en Página/12, Radar):

“Un realismo sucio, que no tiene nada de moralizante, ni de esclarecedor, pero que termina siendo más elocuente que si tuviera intenciones didácticas o de “friso generacional” (…) es una obra dispuesta a problematizar los roles sin tipificarlos en lo freak (…) Soy Rocío transcurre en la década del noventa, período significativo que se cuela por todas partes: en el exitismo respecto de la hija, en la promiscuidad entre los miembros de la familia, en el vacío ideológico desde donde la tele prendida suena a eso que casi no se escucha pero está digitando lo esperable, lo decible, lo soñable para muchos (…) es imposible verla y no tener la sensación de algo muy verdadero, triste y hondo, que tienen para decirnos esa madre y esa hija.”

Juan Crespo (en Llegás a buenos aires):

“Soy Rocío poetiza una época bajo la lógica del trauma: los sujetos que la padecen solo pueden balbucear. Todos menos Rocío que desde su mirada adolescente percibe que para salir de ese atolladero hay que tomar cartas en el asunto. (...) la obra no trata de otorgarle significado a este reciente período político desde las ideas del texto, sino –y este es el gran acierto– desde la formas actorales. Soy Rocío es una clara experiencia de percepción que nos obliga a reflexionar sobre los fantasmas (ahora del presente) y a evitar que vuelvan a cooptar otra vez, con operaciones de lenguaje insustancial, todo nuestro ser”

Sonia Jaroslavsky (en Página/12, Las 12):

“El realismo abordado desde la concepción de puesta en escena trabaja sobre una representación de época donde coincidentemente con lo que pasa en esta familia, la comprensión de lo público y lo privado, y lo íntimo y lo colectivo, estalla en mil pedazos y resulta promiscuo. El tono de actuación se aleja de personajes planos, muy por el contrario, propone un corrimiento”

Mónica Berman (en Crítica teatral):

“Soy Rocío abre diferentes puertas, un modo de vivir de la clase media baja, con sus costumbres, sus sueños, sus dificultades laborales y económicas (...) Una especie de mosaico, con múltiples lugares para focalizar.Realista en la construcción del espacio, pero solamente allí, no parece que la historia contada quisiera ingresar en los cánones del verosímil realista. Y no sólo porque es muy difícil distinguir quién es la madre y quién la hija, sino por el resto del planteo”

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