segunda-feira, 20 de setembro de 2010

Bodas de Sangue, peça em cartaz no CELCIT (Buenos Aires, Argentina)

Juan Carlos Gené y Verónica Oddó en


Violeta Zorrilla, Juan Carlos Gené, Camilo Parodí e Verónica Oddó em cena de "Bodas de Sangre"

Bodas de sangre

De Federico García Lorca

(Un cuento para cuatro actores)

Con Camilo Parodi y Violeta Zorrilla

Asistente de escenografía: María Chevalier

Maquillaje y peluquería: Silvia Argüello

Asistente: Milagros Plaza Díaz

Musicalización: Verónica Oddó y Camilo Parodi

Música original: Camilo Parodi

Diseño de iluminación: Juan Carlos Gené

Escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo

Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Gené

CELCIT. Temporada 2010

http://www.celcit.org.br/


Las Bodas de Sangre de Lorca y Gené


Cuando la obra es buena se defiende sola. Quiere decir esto que aún frente al más rudo y decidido intento, a las obras trascendentales se hace muy difícil dañarlas.

Estas palabras no son mías, las escuché de los labios de Juan Carlos Gené, corresponden a una de sus tantas enseñanzas de vida teatral, que es más que la vida. Agrego: y los grandes, los maestros, hasta consiguen magnificarlas.

Y cuando coinciden la pluma de Federico García Lorca con la sapiencia y sutileza de un gran director (me refiero precisamente a Gené), ya no sé qué es lo que debo celebrar: que Lorca haya escrito la maravillosa “Bodas de Sangre” o que este otro la haya versionado y dirigido.

Obvio, celebro todo esto y añado al jolgorio las impactantes interpretaciones, en las que sobresalen –cómo, si no, si se trata de una de las grandes tragedias lorquianas- las mujeres Lorca/Gené: una regia y por momentos atemorizante, desde el dolor de madre, Verónica Oddó y una contundente a la vez que cautivadora Violeta Zorrilla.

“Un cuento para cuatro actores” pareciera anunciar algo ligero. Se equivoca el que vaya buscándolo. Lo que encontrará serán las ganas de sexo, la sed de venganza, el olor de la sangre que no se ve, el poder de las palabras que no se dicen, el miedo y la fascinación por la muerte que provocan su inminencia. Esto es, conseguirá a Lorca en su máxima expresión, sin que algo sobre o falte en una sólida, inteligente y muy atenta versión y dirección, y a cuatro seres en escena que construyen todo un mundo lorquista, perfecto en lo denso, lo humano y lo poético.

La obra transcurre en dos hilos paralelos de tiempo/acción. En uno, está el personaje coro/director. Todo lo sabe de la obra: anticipa, presenta, explica, advierte, sin caer nunca en lo pedagógico. También nos relata a través de sus ojos de niño, que mucho no entendían, cómo fue que escuchó hablar de la obra y de su autor por vez primera: gracias a su madre y a su tía, que incluso lo vieron cuando vivió aquellos famosos seis meses porteños.

El segundo, es el tiempo lorquiano, el de las bodas. Y es en este, claro, donde se lo juegan todo los cuatro actores, cuyos trabajos de los dobles personajes son magistrales. Padre/Vecina/Novia/Mujer/Criada/Suegra/Mendiga (que a su vez es la Muerte)/Leonardo/El Novio… todos están ahí, en la piel de este cuarteto de atrevidos que se alejan, lo cuentan, lo viven, salen, vuelven a entrar, hacen y son.

Que me perdone el maestro Juan. Primero, por llamarlo maestro. Segundo, por contrariarlo: “cuando todo sale bien, es sólo gracias a los actores”, es otra de sus enseñanzas. Con mucho respeto y terquedad le digo: gracias a ellos, sí, pero antes que nada, gracias a usted que, encima, también es uno más del combo.


Soy feliz, he visto la mejor Bodas de Sangre de mi vida.

Fuente

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