segunda-feira, 1 de março de 2010

entrevista com a atriz e dramaturga argentina Romina Paula

Entrevista con Romina Paula, la actriz y dramaturga de la que todos hablan.




Acaba de estrenar, junto a su grupo El Silencio, una versión “demandante, sin apagones” de El zoo de Cristal, de Tennessee Williams, uno de sus autores preferidos. El tiempo todo entero puede verse hoy a las 21, y todos los miércoles, en el Espacio Callejón.

Escribe, dirige y actúa y aunque no entiende bien por qué ser una creadora joven es, para la mayoría de los periodistas, una virtud en sí misma, Romina Paula (1979, Buenos Aires) cosecha elogios por cada trabajo que emprende y eso la alegra. Veamos: críticas favorables para Algo de ruido hace, su segunda obra como directora, periodistas de cine embobados con sus actuaciones en El hombre robado y Todos mienten –los films de Matías Piñeiro que protagonizó– y cumplidos para Agosto, la novela recientemente publicada por Entropía que le sigue a ¿Vos me querés a mí? Y, a pesar de esa aura de nueva-gran-cosa del universo artístico que la rodea desde hace un tiempo –o quizá por eso–, ella habla sobre su trabajo con una naturalidad difícil de encontrar en otros artistas consagrados de su generación. Ahí donde suele haber respuestas que sobreabundan en las intenciones del autor, en lo que se quiso contar y cómo, ella ofrece anécdotas que llevaron a sus proyectos a ser como fueron. Y se siente a gusto, Romina, restándole importancia a la figura de la inspiración como variable de un trabajo creativo. O reconociendo que, si la mayoría de sus personajes son jóvenes, es porque cuenta historias que están cerca de ella, que trabaja con lo que tiene a mano. “Mucho de lo que escribo tiene que ver con la experiencia: no todas las cosas que cuento me pasaron a mí, quizá hay cosas que escuché o me contaron, pero todas de alguna manera me atravesaron. Quiero desmitificar eso de ‘la inspiración’ y entender que a veces las circunstancias son más concretas. Escribí mis obras para los chicos, pensando en ellos”.

“Los chicos” son Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe, integrantes, junto con ella, de la compañía de teatro El Silencio. El grupo es responsable de Algo de ruido hace y de la inquietante El tiempo todo entero, que estrenó esta semana en el Espacio Callejón, con la incorporación, esta vez, de Susana Pampín. “Nos faltaba una madre”, dice Romina, en referencia a los personajes de la obra, versión libre del dramón familiar de Tennessee Williams, El zoo de cristal.
–¿Por qué una versión de El zoo...?

–Me gusta mucho Tennessee Williams, particularmente El zoo. Durante el ingreso a la carrera de dramaturgia, en la EMAD, ésa fue una de las obras que tuve que leer y, cuando pensamos en trabajar con los chicos, me apareció. Y me pregunté por qué no se hace más Tennessee Williams y la respuesta es que los derechos son muy caros. Entonces pensé: ‘Bueno, no podemos hacer El zoo de cristal, pero podemos partir de ahí’. Y surgió esta obra, como una especie de calco sobre El zoo..., que lo trabaja de fondo sin textos del autor. No es El zoo... y sin embargo es.

Daniel Veronese versionó obras clave de Chéjov y de Ibsen que también se apartan de las originales pero conservan la esencia. ¿Funcionó como modelo para vos?

–Su trabajo siempre es referente, pero en este caso los métodos fueron distintos, porque si bien él también rehizo la dramaturgia –incluso fusionó algunos personajes y eliminó otros– sí utilizó textos de las obras originales, que son más antiguas y están liberadas de derechos.

SENSACIÓN DE CLAUSTROFOBIA. Como en el clásico de Williams, en El tiempo todo entero, que se puede ver los miércoles a las 21 en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759), una madre tiene como único objetivo casar a su hija, quien desarrolla una aversión social cada vez mayor, y el hijo se quiere escapar de una casa que lo asfixia: las cosas parecen estar por estallar. Ese clima perturbador y fascinante, esa tensión que se contagia a los espectadores, es un recurso que Romina Paula supo generar en su puesta anterior y que aquí lleva hasta sus últimas consecuencias. “La obra no tiene apagones y eso genera algo muy demandante para el que mira y para los actores, porque casi no hay cortes. La puesta se parece a un ring: los chicos están ahí y tienen que pelear. Pilar, por ejemplo, tiene muy pocos momentos en los que pueda respirar un poco detrás de escena. La obra pide mucho de ella”.

–Su personaje, Antonia, lleva todavía más al extremo la fobia social de Laura, el personaje de El zoo...

–Sí, Antonia es, como dice su mamá, alguien en carne viva que intenta sostener un discurso insostenible. Para algunos amigos que la vieron resultó insoportable: neurosis femenina al mango, dijeron. Por eso creo que queremos tanto al personaje de Lamothe, al candidato: él es mucho más sensato y ella lo vuelve loco.

–¿Te asustan las expectativas con el estreno de la obra nueva?

–No es que me tengan sin cuidado, pero cada vez soporto más el hecho de ver mis obras. A Si te sigo muero, la primera, la veía desde arriba para no ver al público porque si alguien se movía, pensaba “no le gusta, no le gusta”. La segunda, cobardemente todavía, la veía desde atrás del escenario. A esta ya la veo desde la platea. Puedo palpar si pasa algo: hay funciones en las que sí y funciones en las que no. Pero ya no me deprimo; trato de pensar el trabajo como algo más concreto, que está ahí, puesto en el mundo. Y que hay cosas que no siempre dependen de mí.

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