terça-feira, 28 de setembro de 2010
Las neurosis sexuales de nuestros padres, no CELCIT (Buenos Aires,ARG)
Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral
1975-2010.
35 años al servicio del teatro argentino y latinoamericano
http://www.celcit.org.ar/
Las neurosis sexuales de nuestros padres
Se trastoca el teatro. Se sobrevive a sí mismo. El ejercicio es una línea, un punto de intersección de diálogos, un instante plural de encuentro para los diálogos de la historia nada sencilla y muy bien recorrida, bien presentada. Una buena elección frente a un tema que esconde el riesgo de repetirse. Poder decir lo que se quiere, y hacer lo que se siente, se disfraza de desviación a tratar, cuando queda más o menos claro que tiene (o tendría, podría tener) tantos alcances como riesgos. No hay mal absoluto, ni esperanza que no sobrevenga a la insoportable realidad.
"Las neurosis sexuales de nuestros padres" es una propuesta que no se queda en la forma, sino que se atreve también a jugar con lo escénico, volviendo complejo lo simple, con lo espacial y con lo técnico. Siempre hay alguien viendo lo que no debe cuando no debe, siempre es ella quien funciona como centro e imán, como un hoyo negro que eventualmente se los tragaría a todos, dejándole libre al fin (como si fuera un unipersonal pluralizado).
Las actuaciones que deben serlo, son excelentes, además.
Camilo Enrique Ríos Rozo
Reseñas de Cine y Vida
Las neurosis sexuales de nuestros padres
De Lukas Bärfuss. Con Aldo Alessandrini, Leandro C. Caamaño, Silvina Katz, Pablo Lambarri, Celeste Monteavaro, Florencia Naftulewicz, Mario Petrosini. Diseño gráfico y audiovisual: ideas.bratoz.com.ar. Vestuario: Laura Molina. Iluminación: Marcelo Cuervo. Música: Tian Brass. Escenografía: Carlos Di Pasquo. Producción ejecutiva: Julieta Bottino. Asistente de dirección: Natalia Córdoba. Dirección: Mariana Díaz.
Hasta el 17 de octubre. Domingos 16 hs.
Entrada: $ 40. Estudiantes y jubilados: $ 25.
CELCIT. Moreno 431. Reservas al 4342-1026
Dora, el nombre más lindo del mundo
La obra fue creada por el joven autor suizo Lukas Bärfus (1971), actualmente uno de los dramaturgos más reconocidos de Europa. Las neurosis sexuales de nuestros padres, escrita en 2005, fue traducida a doce idiomas y representada por distintas compañías europeas y americanas.
En Buenos Aires la obra es presentada con dirección de Mariana Díaz, quien le imprime rasgos cinematográficos, tales como una pantalla en la que se proyectan locaciones y frases, que ubican al espectador en contexto, permitiendo que el potente discurso interpretado por los actores, adquiera desde lo escrito, otra entidad, tan concreta como poética.
De esa forma se construye un relato, que comienza con una música repetitiva y una interferencia auditiva y visual, un telón de fondo que acompaña a Dora (nombre emblemático, si los hay, dentro de la cultura psicoanalítica), una bella joven que fue fuertemente medicada por una discapacidad mental, no demasiado identificada.
La madre de Dora, decidida a recuperar algunos signos vitales de su hija, le solicita a un nuevo médico tratante, la suspensión de la medicación. Este cambio conllevará consecuencias, pero el riesgo se asume con aparente seguridad y entusiasmo. Al poco tiempo la joven comienza a despertar de un agobiante letargo, que bloqueaba sus emociones y deseos.
Justamente en el territorio del deseo es donde comienza a hacerse visible la subjetividad de Dora, que se manifiesta en una sexualidad exacerbada. En su mundo, que comienza a surgir por fuera de los cánones aceptables por una sociedad hipócrita y contenida, el sexo brutal es sinónimo de amor.
La relación con sus padres, quienes tienen posturas diferentes en tanto toma de conciencia de la problemática y pasos a seguir frente a las situaciones que van surgiendo, se sumerge en la desorientación y desasosiego, frente a una hija que crece, que desea, que repite como autómata, que lee, pero no retiene, que no sabe, pero que acciona, arrojándose a un supuesto vacío sin red. De esta forma surge una realidad dolorosa que se les viene encima a todos, sin anestesia ni reversibilidad.
Entonces Dora es mirada, considerada y objetivada, es ángel, es demonio, es inocente, es prostituta, es apestosa, es una princesa rusa…
La figura del médico, que instruye a Dora y que le da rienda suelta a una feminidad incipiente y desbordada, es fundamental, en tanto bisagra entre la autoridad científica y la construcción de una moral propia, alejada de la voz ajena, esa que determina las conciencias y que muchas veces se presenta como la más potente.
Lukas Bärfus (que visitará Argentina en octubre por el próximo estreno de su obra Petróleo) reflexionó sobre su invención y destacó: “Aunque Dora aparentemente tiene una discapacidad, no se trata para mí de la cuestión de cómo lidiar con estas personas. Lo que vive Dora es el descubrimiento de que no puede disponer total y libremente de sí misma y este descubrimiento lo hacemos todos los seres humanos en algún momento de la vida. El ser humano tiene que vivir con eso, con el hecho de no ser totalmente libre. Yo creo que eso se llama socialización. Para ser libres, tenemos que aceptar nuestra propia falta de libertad. Y eso únicamente se aprende, pero no se puede enseñar. Dora es una alumna demasiado buena, esto la convierte en monstruo y en escándalo. A ella le gusta lo que le están haciendo. Y no tiene ningún problema con entenderse a sí misma como víctima, y a través de eso consigue una libertad, una libertad, por supuesto, terrible".
Por su parte, Mariana Díaz, la directora de la obra, afirma que la propuesta “no responde ni concluye, no hace de manual del deber ser, se limita a plantear y preguntar”. Asimismo, comprende que el espectáculo recorre territorios complejos y escabrosos, que atraviesa regiones muy profundas y polémicas. "Si bien no es de esperar que la sensación al espectar este material sea la del puro disfrute -acota Díaz- anhelamos profundamente que el público viva un momento intenso y conmovedor, tanto como el que vivimos nosotros haciéndola".
Y de eso se trata, de conmoverse, de pensar, de sumergirse en el enmarañado universo del alma humana, de atravesar la lábil línea que separa lo normal de lo anormal, de emocionarse, de comprender, de detectar perversiones, fantasías, ingenuidades, mentiras, despropósitos... Todo esto, de la mano de un buen elenco, en el que se destaca la interpretación de Florencia Naftulewicz, en el rol de Dora, “el nombre más lindo del mundo”. María Gabriela García. www.escena71.com.ar
Más información: http://www.celcit.org.ar/
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